Y el sábado fue un día copero. De punta a punta. A estadio lleno, tuvo calor, color e intensidad. Derramó nervios y tensión. Contagió euforia. Y mantuvo el misterio del resultado hasta el final. La victoria de Carlos Berlocq y Leonardo Mayer sobre Fabio Fognini y Simone Bolelli, será sin dudas un partido inolvidable, aunque su dimensión final la descubriremos al cabo de los singles que restan. Por ahora, el valor principal es proyectar la esperanza hacia un domingo que, ahora sí, tendrá sentido competitivo.
Con la lupa puesta en el desarrollo del partido, los números, 6-3, 6-3, 4-6, 2-6 y 7-6 (7-5), son una buena guía para saber cómo fue el desarrollo. Apoyado en las ganas y la decisión de Berlocq, el inicio exhibió una inobjetable ventaja argentina. “Charly” se mostró seguro y preciso, agresivo desde el fondo y rápido para los cruces en la red. Y, quizá su mayor virtud, ofició de líder. Se lo vio cómodo en la arenga hacia la gente con la que, incluso, tuvo algún cambio de palabras. En esos dos primeros sets, Mayer acompañó con más malas que buenas, dejando claro que su ritmo y timming todavía están en modo pretemporada.
Enfrente, a Bolelli le pasaba algo parecido. Ausente de las canchas desde mayo pasado, su experiencia de doblista no alcanzó para disimular su falta de juego. Y Fognini se dedicó, exclusivamente, a su faceta de showman: caminó la cancha, habló con la gente, tiró la raqueta y, casi, no jugó.
El tercer set estaba 4-3 para Argentina. Fognini sacaba 0-30. Discutió con alguien de la tribuna. Y, enojado, decidió mover las piernas. El efecto sobre el partido fue inmediato y profundo. Cuatro puntos seguidos para sostener el saque, un quiebre y otro game sencillo para cerrar el set.
Un set efímero
El ambiente se dio vuelta cuando Fognini decidió jugar y la postura de la pareja argentina denunció la inseguridad que sentían. Traducido a juego y números, el set fue efímero, casi sin equivalencias. Decididos a dar lo último que les quedaba y apretados por los números, Berlocq y Mayer le pegaron a todo lo que les pasó por al lado, módulo en el que se vio lo mejor del correntino, a veces ansioso, siempre valiente. Tomaron el servicio de Bolelli para 2-0. Y, enseguida, cedieron el de Charly. La paridad fue la tendencia. Saque a saque llegaron al 6-5 para Argentina.
Con Fognini al servicio se fue el primer match point y en el tiebreak los cuatro siguientes. Argentina ganaba 6-2 cuando Italia empujó de su lado cinco puntos seguidos para tener su chance de partido y serie. El final ya se sabe. Más allá de los detalles técnicos, vale enfocar el mérito en la capacidad anímica para percibir, decidir y ejecutar sin margen de error.
Hubo festejo. Y había razones para festejar. El triunfo revivió la esperanza, le dio sentido a un domingo que a primera hora sólo tiene confirmado el protagonismo de Berlocq, que invitó a la gente a volver a llenar el estadio y, lo sabremos en horas, quizá derrame su efecto sobre los singles de cierre.